Crear es volar
Por:
Maximiliano Londoño Penilla
Coordinador
Pedagógico Asociación Cultural Vuelo.
Es natural que un artista se oponga a someterse a seguir un patrón pre establecido e inmodificable como columna vertebral de su creación. Se supone que el artista, lo es en tanto, puede libremente romper con el orden existente para crear o sugerir uno nuevo. Es decir, implícitamente se admite que lo natural en el arte es romper las estructuras axiomático-deductivas de todo sistema formal. En otras palabras, el arte cuestiona la posibilidad de erigir un sistema completo, congruente y auto consistente cuyos axiomas, teoremas y deducciones para realizar demostraciones, pudieran convertirse en el sistema “perfecto” e inalterable de razonamiento y acción humanos. El artista considera que no existe una serie de reglas o pautas que puedan ser establecidas como la panacea con la cual se puedan regir de manera perfecta, en el sentido de acabada o no susceptible de mejora, los asuntos de la sociedad. Así, que el artista, en el más legítimo de los sentidos, es un profeta, es un adalid de su época, es un inventor de ficciones que anima a los demás a descubrir y desarrollar sus propios talentos y posibilidades.
El arte, a través de la vía sensible, impacta el alma y la mente. Y de esta manera contribuye positivamente a lograr la felicidad y la sobrevivencia exitosa de la especie humana. Si se pierde la chispa creadora y todo se vuelve rutina, procedimiento, formato, apego a lo establecido, entonces irremediablemente la humanidad perece. La ciencia y el arte comparten este método prometeico de la búsqueda y exploración de la viabilidad de otros mundos o imaginarios posibles. Haciendo eco de Percy Shelley y Federico Schiller, el artista y el científico, desarrollan ideas o hipótesis, profundas y apasionadas, sobre las relaciones de los seres humanos, consigo mismos, con su entorno, con el universo en su conjunto, con el infinito y con lo transcendente y eterno que subsume a lo efímero y cambiante.
Con la incursión del arte en las
aulas de clase, a través del programa
conocido como 40 horas, CLAN IDARTES o Jornada Completa, fruto de un convenio entre la Secretaría de Educación
Distrital y la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, se han proporcionado
talleres de formación artística a niños de los colegios públicos de Bogotá. En
contra jornada o en la jornada única, los
niños beneficiarios del programa reciben talleres de teatro, música, artes
plásticas, audiovisuales, danza y literatura, que se realizan tanto en
instalaciones de los colegios como en lugares especialmente habilitados y
dotados de materiales y equipos conocidos como los CLAN. En la actualidad hay 20 CLAN en 10
localidades de la capital. Alrededor de 50.000 niños de colegios distritales
participan en este proyecto CLAN IDARTES de la Alcaldía de Bogotá. En los propósitos tanto de mejorar la calidad de la
educación pública en Bogotá como de construir comunidad (3º pilar del nuevo
plan Distrital de Desarrollo) formulados
por el Alcalde Enrique Peñalosa, el programa CLAN IDARTES podrá jugar un rol
protagónico, porque de hecho, este programa es un proyecto piloto para promover
el desarrollo de la facultad creadora y para sembrar la convivencia pacífica en
nuestros ciudadanos, empezando por los niños y su entorno escolar y familiar.
En la tripleta arte, educación y paz, característica del proyecto CLAN IDARTES, encontramos un ejemplo concreto de una anomalía, singularidad o nuevo paradigma, que rompe la lógica formal del comportamiento tradicional de disciplina férrea y sumisión del estudiante, casi de milicia, que ha predominado en las aulas de clases. Analicemos brevemente la relación arte- educación. Imaginemos una escena cotidiana en los colegios públicos o en un CLAN. En el 2013, un maestro típico de la escuela tradicional observa asombrado como el profe de teatro, está tirado en el suelo, al igual que los estudiantes, haciendo “piruetas” extrañas (juegos teatrales). Antes de la iniciación del programa CLAN IDARTES, la reacción usual del docente era: “Que horror, esto es un caos, una indisciplina terrible, este profe de artes, no sólo no tiene manejo de grupo, sino que además el mismo promueve el desorden”.
En la actualidad, muy
probablemente ese mismo docente, después de más de tres años desde que se
iniciara el programa CLAN IDARTES comentará: “Estos chinos aunque siguen siendo
hiperactivos, ahora se auto controlan más, pero la verdad es que son más
pilos”. Y esto no ha pasado
desapercibido, para diversos entes, como la UNESCO, que ha reconocido que el
programa de formación artística de los niños de los colegios públicos de Bogotá
ha contribuido notablemente a mejorar la calidad de la educación pública de la
ciudad.
Al incorporarse el arte al aula de
clase no se ha destruido nada de lo positivo que pudiera tener la educación tradicional, más enfocada en los contenidos cognitivos, que en los
procesos sico emocionales, creativos y de convivencia pacífica con la
diversidad, normalmente más identificables en los procesos artísticos. Lo que
se empieza a reconocer, con los talleres artísticos, es que las ideas y las
emociones no están separadas sino que forman una unidad indisoluble en un ser
humano que se desenvuelve en un ambiente favorable al desarrollo de su
potencial creador. Por eso son más pilos ahora los niños que son beneficiarios
del programa de formación artística, porque han descubierto que la pasión no
debe estar en contra de la razón, sino en congruencia. La estética (la belleza) libera a la razón
encadenada y adormilada por la rutina y la disciplina férrea impuesta
exteriormente de arriba hacia abajo. Con el arte, de repente la imaginación del niño puede
volar libremente en un universo hiperdimensional y atravesar agujeros de gusano alterando la
métrica del tiempo. Este es el proceso de tejido social y formación ciudadana
que requieren nuestros niños, para descubrir como forjar una paz que sea
duradera, después del posacuerdo.
La formación artística es terapéutica,
sanadora del alma y las emociones, per se, porque al activar la chispa creadora
se refuerza la auto estima y por substracción de materia se disuelve la
neurosis e incluso la sicosis. El arte refuerza la personalidad endodirigida,
es decir, aquella en donde la autoridad proviene de adentro hacia afuera, no
externamente impuesta. Los problemas que tenemos a nivel mundial y local
provienen en lo fundamental del
predominio de la personalidad exodirigida en la mayoría de los seres humanos, o
sea, del sometimiento a la dictadura de la opinión y costumbres establecidas.
Con el arte podemos tomar distancia del modo indicativo (el presente, pasado y
futuro simples) e incursionar en el modo subjuntivo, es decir, en el universo
de las hipótesis, los anhelos, los ensueños, las conjeturas, las metáforas,
etc. Con el arte aprendemos a volar, a inventar lo que no existe todavía, a
construir formas y estructuras fantásticas, y a traer al presente, al aquí y al
ahora, todos esos imaginarios para construir una nueva realidad. Por eso crear
es volar. O de manera concreta, danzar,
cantar, actuar, pintar, etc., es volar.
En síntesis, el programa CLAN
IDARTES, que opera en convenio con las organizaciones artísticas y culturales de Bogotá, no le dice a los
niños lo que deben aprenderse y recitar
de memoria, ni les enseña a ser borregos, sino que les ayuda a que puedan hacer
crecer sus alas, para que puedan volar por sí mismos.
Bogotá, 16 de junio de 2016
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