La pedagogía del afecto, el humor y el juego, en los talleres de
formación artística del
programa CLAN - IDARTES
Por Maximiliano Londoño Penilla,
Foro de Proyectos estratégicos y
Coordinador Pedagógico de la Asociación Lyndon
laRouche
En el proceso de
realización de talleres de formación
artística para niños de colegios públicos de Bogotá, que realiza la Asociación
Lyndon LaRouche, a través de su artistas formadores, con 52 grupos, en cuatro
colegios de la capital (11 grupos en el Colegio Ricaurte, 11 grupos en el
Colegio Eduardo Santos, 21 grupos en el Colegio José Martí y 9 grupos en el Colegio Tomás Carrasquilla), han
surgido reflexiones y preguntas sobre cuál es el tipo de pedagogía más adecuada
para esta labor, dado que a pesar de las diferencias provenientes del entorno
geográfico y social de cada una de las localidades en las que se está presente
(Barrios Unidos, Rafael Uribe y Mártires), se ha podido identificar un problema
común: no todos los niños que participan
en los talleres de formación artística se involucran en las actividades, a
pesar de que los artistas formadores reportan haber desplegado sus mejores
iniciativas para alcanzar este propósito.
Estas observaciones
han emergido en el curso de las reuniones llevadas a cabo con los artistas
formadores para evaluar las actividades realizadas con los niños. Estas
reuniones y talleres de formación a formadores han estado orientadas a proveer
a los artistas formadores con herramientas pedagógicas, metodológicas e incluso
asesoría de terapia social y familiar, para bregar con los desafíos surgidos en el desarrollo de los talleres artísticos
con los niños. En particular, en el colegio José Martí, ubicado en la parte
alta de los cerros orientales, las condiciones socio culturales son bastante
aversivas para el desarrollo de los niños y algunos de ellos están sumamente
marcados y afectados por la violencia, la drogadicción, etc. Estas
circunstancias se reflejan en su comportamiento; algunos de ellos son muy
violentos en el trato entre ellos y se ofenden verbal y físicamente. Otros son
hiperactivos y no se concentran en las actividades, excepto en jugar futbol,
por ejemplo, dentro del salón. Algunos se escabullen después de almorzar,
porque los talleres artísticos se llevan a cabo entre las 12 y las 2 pm, lo
cual implica que las actividades se ven cortadas porque los niños alrededor de
media hora después de haber comenzado su clase suspenden el trabajo y van a
almorzar. Al regresar, a proseguir con el trabajo, algunos de ellos no aparecen
porque se han ido. “Imponer la disciplina”, advirtiendo a los niños que si no se portan bien, perderán,
por ejemplo, por una semana, el transporte y el almuerzo o refrigerio, no es
una opción aceptable para los artistas formadores. Una porción apreciable de niños solo tiene la
comida que les da el colegio. Aunque las instalaciones del colegio son amplias
no existen salones adecuados para los talleres artísticos. Los profesores
enlaces y en general los docentes del
colegio están muy atentos con el desempeño de los artistas formadores y en general
reclaman cuando los artistas “no tienen manejo de grupo”.
A pesar de las
nuevas teorías y praxis pedagógicas que cuestionan la educación tradicional, la
verdad es que en las aulas de clase de muchos colegios seguimos asistiendo a una progresiva y
decadente uniformidad escolar caracterizada por métodos que limitan la creatividad,
la libertad y la expresión emocional de los niños. Se sigue recurriendo al
chantaje, la amenaza y la violencia verbal, a pesar de los seminarios, foros,
talleres, diplomados, especializaciones, maestrías, doctorados y postdoctorados
en educación y pedagogía. ¿Cómo es posible que esto ocurra? ¿Qué tipo de nueva dinámica
podrían incorporar los artistas que ahora son docentes, es decir, los artistas
formadores, a la actividad educativa y en particular a la pedagogía, no en el
aula de clase tradicional, sino en los talleres de formación artística que se
dictan a los niños de los colegios públicos de Bogotá, dentro del programa CLAN
IDARTES?
El profesor “quemado”
En primer lugar, en
reconocimiento de la labor de los maestros o docentes de las escuelas y
colegios públicos, hay que admitir que las condiciones en las que realizan su
actividad son muy pesadas y difíciles. Generalmente tienen que atender grupos
muy numerosos que en ocasiones superan a los 40 alumnos por aula de clase. Adicionalmente
la carga académica es enorme y usualmente tienen que realizar actividades
administrativas y de otro tipo que les consumen tiempo, y además no tienen
suficiente tiempo para preparar las clases. Si a esto se le suma el hecho de
que los docentes deben laborar dos jornadas y en ocasiones más, para conseguir
un mejor ingreso, la profesión de maestro resulta ser una de las más
estresantes.
Incluso ha surgido
el término, de origen sajón, “burnout”, para referirse al cuadro clínico que
identifica al “profesor quemado”. En 1974 Herbart Freudenger acuñó este vocablo
para referirse a la frustración de percatarse que las metas que uno ha
establecido son imposibles de lograr. Inicialmente el contexto era el profundo
desaliento que afectaba a las personas que trabajaban en la rehabilitación de
drogadictos, pero contemporáneamente el burnout
ha sido definido como:
“una forma de acoso
sicosocial en el trabajo, una respuesta al estrés laboral crónico. Es una
experiencia de carácter negativo compuesta de cogniciones, emociones y
actitudes negativas hacia el trabajo, hacia las personas con las que se
relaciona el individuo en el trabajo y hacia el propio rol del profesional”.
(Cómo dar clases sin quemarse. Por Beatriz Rabaza Sánchez).
Este fenómeno se ha
hecho evidente en personas que trabajan con pacientes, indigentes, alumnos,
presos, etc. El burnout no es lo mismo que el mobbing, aunque en ocasiones se
confunden; el mobbing se relaciona con el acoso sicológico en el trabajo. El
mobbing equivale al matoneo, o sea, cuando alguna persona es objeto de presión,
persecución agravio, presión sicológica, etc., por parte de alguno o de todos
los miembros del grupo del que forma parte.
Son muchos los
agentes exógenos responsables del estrés de los docentes: 1) Conflicto y
violencia en los colegios; 2) Aumento de la diversidad étnica y cultural por
flujos migratorios debido a desplazamientos forzados, etc; 3) Alumnos con poca o ninguna motivación escolar, objetores
escolares; 4) Exceso de responsabilidades; 5) Impacto de nuevas tecnologías; 6)
Distribución inadecuada de los tiempos y actividades escolares; 7) Baja
autoestima, ausencia de reconocimiento social.
También existen
factores endógenos responsables del estrés de los maestros, que se expresan en
diversos tipos de personalidades: 1) El docente de personalidad perfeccionista
que se involucra en todas las actividades, no diferencia entre el ámbito del
trabajo y su hogar y es ambicioso, agresivo y competitivo; 2) El docente de
personalidad dependiente quien para no tomar decisiones simplemente se acomoda
a las pautas burocratizadas existentes y en general deja que los alumnos hagan
lo que quieran; 3) El docente de personalidad rígida que no se adapta a los
cambios y se aferra a las tradiciones y
costumbres; 4) El docente de personalidad introvertida quien no expresa sus
ideas, se culpabiliza de todo lo que ocurre y usualmente se considera así mismo como un
fracasado; 5) El docente que no tiene vocación de maestro, el cual se involucró
en la docencia por supuestas ventajas salariales y estabilidad laboral.
Si bien la anterior
clasificación tomada de estudios con docentes de España puede ser bastante
esquemática y tal vez no refleja apropiadamente la realidad, de alguna manera
captura rasgos típicos de carácter general que identifican dinámicas
contemporáneas.
Estereotipos grupales de los niños
El artista formador,
es decir el artista que ahora también se desempeña como docente o maestro en un
aula de clases de una escuela o colegio, o en las instalaciones de un CLAN,
hereda los problemas inherentes al docente convencional. Se le agrega además el
desafío de lograr un “manejo de grupo” apelando a recursos congruentes con la
libertad, el buen humor, el juego creativo, etc.
Desde el punto de vista del comportamiento de
los estudiantes en el aula de clase también se pueden identificar algunos
estereotipos grupales que ha sido necesario abordar y resolver para lograr
incorporar a todos los niños al trabajo en los talleres artísticos. Al ahondar
en las causas de la sintomatología encontramos usualmente problemas familiares
y del entorno social que afectan profundamente a los niños y jóvenes.
El verdadero reto
del artista formador es poder establecer una relación afectuosa, salpicada de
humor y juego, directa y personal con todos y cada uno de los niños, tanto en
lo individual como en grupo. Sólo este enfoque ha permitido generar una mejor
dinámica de trabajo en los talleres artísticos con los niños. Aun así han
persistido casos de niños que deben permanecer en los salones pero que sabotean
de manera regular todas las actividades,
porque no tienen la más mínima motivación, y en ocasiones, dado que ejercen
cierto tipo de liderato, son capaces de anular los mejores esfuerzos de
los artistas formadores y jalan al resto
del grupo hacia el desorden y la inacción. A estos niños podemos identificarlos
como los objetores escolares, que
frustran a los docentes y a los artistas formadores. Algunos de ellos han
logrado, en un par de casos, establecer como identidad de grupo el rechazo
categórico a cualquier artista formador, porque el grupo se “jacta” de haber
logrado echar o aburrir a dos o tres artistas anteriormente. Es decir, que
algunos han artistas han decido renunciar a esos grupo porque se sienten
incapaces de poderlos orientar. Para
enfrentar y resolver positivamente estas situaciones se ha tenido que recurrir
a la colaboración de una artista formadora en el área de teatro que además es
terapeuta sicosocial, aplicando técnicas de sicodrama, que han dado resultados
favorables.
Algunos de los
estereotipos grupales de los estudiantes, que corresponden a generalizaciones
muy amplias, y que por supuesto no reflejan todos los matices de la realidad,
son los siguientes:
1) El niño líder
Es el jefe del
salón y a menudo arrastra a la mayoría en sus decisiones. En ocasiones rivaliza
con otros líderes. Cuando es un líder negativo puede destruir la dinámica de
las clases o talleres. Si se logra animarlo para que coopere puede ser un
pivote especial en el desenvolvimiento de las actividades.
2) El niño ritualista u obsesivo
Siempre quiere
jugar o hacer la misma actividad y se ofusca si se intenta modificar su rol.
Rechaza lo que proponen otros, pero si se le convence puede ser un apoyo
importante.
3) El niño introvertido
Aislado y callado.
Generalmente sin ánimos para jugar o participar en actividades colectivas. Deja
que otros decidan por él. Lo clave es lograr que participe en los juegos y
actividades y que vaya cogiendo confianza en sí mismo.
4) El niño parcialista o resabiado
Es el que sólo
interacciona con los que conoce o son sus amigos. Generalmente es activo pero
selectivo en sus relaciones. Hay que lograr que pueda compartir con todos.
5) El niño chistoso o gracioso
Usualmente está
actuando y haciendo bromas. Es el centro de atención gracias a sus
intervenciones jocosas y sorpresivas.
6) El niño quejoso
Nunca está de
acuerdo con los demás y generalmente menosprecia los aportes de los otros.
Colabora en las actividades que le llaman la atención. Interrumpe las
actividades con las que no está de acuerdo.
7) El niño destructivo o violento
Es agresivo y
maltrata a otros verbal y físicamente. Con frecuencia sabotea las actividades.
Como conclusión, en el curso actual de
desenvolvimiento de esta investigación y reflexión pedagógica, sobre los
procesos inherentes a los talleres
artísticos que la Asociación Lyndon
LaRouche imparte a través de sus artistas formadores, a niños de los colegios
públicos de Bogotá, se puede señalar que a través de una combinación de
procesos y actividades que comprenden expresar afecto e interés sincero por los
niños y poner en práctica actividades
lúdicas o de juegos creativos impregnadas de un sano humor, se puede lograr
la participación e intervención de todos los niños en las actividades
pertinentes a los talleres artísticos. En los casos más difíciles se debe
insistir en relacionarse con el niño para conocer los procesos que lo afectan,
al tiempo que se le ayuda a encontrar un rol positivo que pueda desempeñar
dentro del grupo. Los juegos y las
dinámicas teatrales se han revelado como herramientas importantes para articular
a todos los niños a los talleres de formación artística, no sólo en el área de
teatro como tal sino en todas las áreas de formación artística. Para los casos
más severos de circunstancias, en las que normalmente debería haber un trabajo multidisciplinario para ayudar a
los niños a superar sus problemas sicológicos, de aprendizaje, de maltrato
familiar, etc., el sicodrama incorporado al trabajo artístico mismo ha mostrado
una vez más el carácter terapéutico del arte.
BIBLIOGRAFÍA
- Calero, Pérez Mavilo, Educar jugando,
Alfaomega Grupo Editor, México, 2003.
- Borghi, Battista Quinto, Los Talleres en
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Bogotá, 2205.
- Spoli,
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- Spolin,
Viola, Theaters games for the classroom: a teacher´s handbook, Northwestern
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- Pedagogías del siglo
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- Aines, Jorge y
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- Knebel, María,
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- Saegesser,
Francoise, Los Juegos de simulación en la escuela. Manual para la construcción
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Distribuciones, Madrid, 1991.
- Prieto Stambaugh,
Antonio y Muñoz González Yolanda, El teatro como vehículo de comunicación,
Editorial Trillas, México, 1992.
NOTA
Este documento forma
parte de una investigación en curso, sobre la aplicación del proyecto El Tensor
Artístico en el trabajo de formación artística de los niños de los colegios
públicos de Bogotá. El tensor Artístico, que busca la articulación de arte y
ciencia, en particular a través de los conceptos de simetría y asimetría, fue
presentado, por la Asociación Lyndon LaRouche, a IDARTES, y junto a otros 40 y
pico de proyectos de organizaciones artísticas bogotanas, fue seleccionado para
ser realizado con grupos de estudiantes de colegios distritales. Otros
documentos relacionados se pueden ubicar en el blog:
forodeproyectosestrategicos.blogspot.com
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